El mundo y el ser no son má

s que una manifestación de la Conciencia, que es lo único real. Todo lo que se ve, todo lo que se experimenta, es una proyección de esa única Conciencia, que no tiene una explicación lógica en términos humanos. La realidad no puede ser comprendida a través de los filtros mentales limitados que usamos para clasificar y analizar, porque estos mismos filtros son parte de la ilusión que intentan comprender. La mente humana, al intentar desentrañar la naturaleza del universo, crea divisiones artificiales que nunca han existido realmente.
Lo manifestado y lo no manifestado son una y la misma cosa; no hay separación, ya que ambos emergen de la misma fuente indivisible. La experiencia de la dualidad, de la distinción entre el sujeto y el objeto, entre lo fÃsico y lo espiritual, es producto de la mente que necesita estructurar la realidad en categorÃas que le son comprensibles. Sin embargo, en la esencia de todo, estas divisiones no tienen validez. La percepción de que hay una división entre el mundo “exterior†y el mundo “interior†es simplemente una construcción mental. En realidad, el mundo “exterior†no está fuera de nosotros; es una extensión de nuestra propia conciencia.
No hay “yo†que cree o decida, porque el “yo†mismo es una ilusión creada por la mente limitada. Esta sensación de un “yo†autónomo que tiene control sobre sus decisiones es parte de la ilusión del ego, que se alimenta de la creencia en la separación. La idea de un “yo†separado del resto del mundo refuerza la experiencia de un individuo aislado, desconectado de la totalidad. En la realidad, no hay un sujeto que experimente el mundo; todo es la misma conciencia expresándose en diversas formas, como olas que surgen del mismo mar, sin separarse nunca de él.
El intento de explicar esto es solo un capricho del ego, que, al no comprender la unidad esencial de todo lo que es, busca separar y categorizar. El ego, al ser un constructo mental, necesita racionalizar y dividir para dar sentido a lo que experimenta, pero esta racionalización es solo un intento de controlar lo incontrolable. La realidad no puede ser explicada en términos lógicos o cientÃficos, ya que su verdadera naturaleza está más allá de los lÃmites de la mente racional.
La realidad no está dividida en opuestos, sino que es una única expresión de la Conciencia, que se manifiesta y se oculta en ciclos interminables, pero siempre es la misma. Los opuestos que percibimos, como la luz y la oscuridad, el bien y el mal, el nacimiento y la muerte, son simplemente dos caras de la misma moneda, que solo existen en la ilusión creada por nuestra mente dualista. En la verdad más profunda, todo es uno, sin diferencia, sin distinción. Lo que parece ser la contradicción o el conflicto es en realidad una danza armónica de energÃas que se expresan en formas cambiantes pero esenciales.
Si esto no se ve, es porque hay apego a la dualidad, a la creencia de que lo visible y lo no visible son entidades separadas. Este apego a la dualidad es lo que nos mantiene atrapados en la ilusión de la separación. Cuando se cae en la cuenta de que lo visible y lo no visible, lo material y lo espiritual, son solo manifestaciones de una misma esencia, la mente comienza a liberarse de sus limitaciones y el verdadero conocimiento se revela. Vivir en la creencia de que hay una separación entre el mundo exterior y el mundo interior es vivir en una fantasÃa que nos aleja de la verdad fundamental.
Se vive en la ilusión de esta separación, sin comprender que, en realidad, son la misma unidad indivisible. Esta comprensión es la clave para experimentar la paz profunda, porque al dejar de buscar la unidad fuera de nosotros, nos damos cuenta de que todo lo que necesitamos está aquÃ, en el mismo corazón de la realidad. La separación nunca existió; solo existe la conciencia, que se experimenta en innumerables formas, pero que siempre permanece siendo la misma.
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